CUERNO DE CABRA 

 CUERNO DE CABRA 

Hace mucho tiempo que deseaba volver a ver esta película excepcional que tanta impresión me causó cuando la vi por primera vez, en Cuba, junto a unos compañeros de trabajo, en un cine que está muy cerca de la llamada Plaza de la Revolución -esa que algunos no saben que fue construida por el tiranito previo, Fulgencio Batista- y que, curiosamente, se llamaba City Hall. Hace unos días, gracias a mi habitual rastreo por Amazon, pude encontrarla y volver a disfrutarla. Y quiero hablar de ello porque estoy seguro de que la mayoría de los lectores de RyD nunca han oído hablar de ella ni de su notoriedad internacional en los tiempos de su estreno.

Cuerno de Cabra es una película diferente por muchas razones. Filmada en 1972, en Bulgaria, está rodada en blanco y negro y la calidad de sus imágenes no es especialmente buena (creo que por una meditada decisión del realizador), cosa que te hace recordar, con medida nostalgia, los inicios del cine. En ella, además, no abundan los diálogos y, los que hay, no son relevantes por lo que nuestra atención se centra sólo en las expresiones y acciones de los protagonistas. Por otra parte la única música que se escucha en momentos importantes de la obra es una especie de himno tribal que no por casualidad está cantado por mujeres. Otra elección del realizador para controlar nuestra atención y, en consecuencia, nuestros sentimientos.

Metodi Andonov, su director, fue un hombre que, desgraciadamente para todos, tuvo una corta trayectoria vital: murió a los 42 años, poco tiempo después del estreno de la que fue, sin la menor duda, su obra más importante. Andonov, un hombre formado en la Academia de Arte Dramático de Sofía, pasó mucho tiempo en la producción teatral antes de entrar en el mundo del cine y eso se advierte en la forma en que abordó la realización de todas sus películas.

Cuerno de Cabra cuenta una historia de venganza…, y mucho más. Ambientada en la Bulgaria profunda del Siglo XVII, entonces bajo el dominio turco, narra el radical cambio en la vida de un padre y su pequeña hija provocado por la violación de la esposa y madre -y su no planeada muerte-  llevada a cabo por un grupo de turcos en presencia de la pequeña.

A partir de ese momento la única obsesión del padre será la de entrenar a su hija, como si de un hombre se tratase, para que estuviera en condiciones arrebatar la vida a cada uno de los violadores.  El padre será duro e inflexible  en la creación de ese agente de la venganza, pero también está lleno de amor por su hija; un amor egoísta y cegado por el odio a los que mataron a su esposa y destruyeron a su familia. 

La penúltima obra de Andonov  es una película dura, sin concesiones comerciales, con un ritmo lento pero correctamente ajustado a la historia que nos relata y que se cierra con un final que a nadie dejará indiferente. No es, advierto, una película de acción ni una película de entretenimiento, es una película para la introspección y especialmente recomendable para aquellos que aman el séptimo arte. Estos últimos no deben perdérsela porque, como me ocurrió a mí, jamás la olvidarán.

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