CHIANTI CLASSICO   

   CHIANTI CLASSICO   

Si ya conté en la recomendación del soberbio GLENFIDDICH 18 que, por mi origen cubano, me había costado tiempo y exilio poder catar un buen whisky, tendré que repetir lo mismo respecto a los vinos. La excepción, en este caso, fueron los indefinibles caldos de origen búlgaro que, supongo, muy pocos de los que nos lean habrán catado. No digo más.

La parte graciosa de esa falta de experiencia ocurrió cuando hace treinta años un entonces nuevo amigo me invitó a comer en un restaurante de postín en las afueras de Madrid. Este, ahora, viejo amigo es un catador aficionado extraordinario (o, al menos, eso es lo que él piensa), así que eligió un tinto de alto nivel y el sommelier, educadamente, viendo en mí  al muy evidente invitado, me invitó a hacer la obligada cata aprobatoria. Yo,  ya lo supondrán, lo encontré perfecto; pero como Jota (así llamaremos a partir de este momento a mi amigo) sabía que yo era un ignorante supremo en esos temas, asumió el mando, cató…, y rechazó. Tras cinco intentos y un ambiente que se ponía cada vez más tenso para unos (Jota y el sommelier)  y más divertido para otros (servidor y la esposa de Jota) se firmó la paz y pudimos disfrutar de una excelente comida aderezada con un buen vino.

Es el momento de confesar que los años vividos en un país con tan buenos y variados vinos  no han hecho de mí un catador exquisito, ni tampoco he llegado a la altura de mi querido Jota, pero lo que sí ha ocurrido es que se ha refinado mi gusto hasta el punto de que ya me atrevo a recomendar, al menos, aquellos vinos que han dejado una inolvidable huella en mi boca y, entre ellos, están los CHIANTI CLASSICO que disfruté por primera vez, en 1999, en un bonito restaurante cercano al Duomo, durante mi primer viaje a la hermosa Florencia.

La bella campiña de La Toscana, que me enamoró a primera vista con sus cuidados viñedos y sus elegantes cipreses, es, en parte, la del Valle del Chianti, de donde proviene el nombre de sus vinos, con sus peculiares e inolvidables pueblos como Montefioralle, donde cada septiembre se celebra una exposición del Chianti Classico que no os debéis perder, y cuyo claro símbolo, ese que nos ayuda a evitar confusiones a la hora de elegir es el muy prestigioso Gallo Nero

En la recomendación de hoy me voy a limitar dos Chianti Clásicos de la Fattoria de Monte Maggio –y a su componente, la uva Sangiovese- que,  además de su excelencia , tienen, como siempre priorizo, un razonable equilibrio calidad-precio:  el CHIANTI CLASSICO DE MONTE MAGGIO (cosecha 2014) y el CHIANTI CLASSICO RISERVA DE MONTE MAGGIO (cosecha 2012).  Ambos son tintos, pues no soy nada aficionado al rosado y son perfectos para acompañar carnes rojas, buenos quesos o unos buenos spaghettis tan apetitosos como aquellos que, en El Padrino, parecía preparar el gordo Clemenza. Cada vez que disfruto de un Chianti Classico, esté donde esté, recuerdo mis tres viajes por La Toscana y ese ambiente que me ha hecho soñar tantas veces con lo ideal que, para mí, sería vivir en Florencia; pero que nadie sospeche, por favor, que tengo antepasados Medici o que soy fan de la Fiorentina.

Se acercan tiempos de celebraciones navideñas y, tal como están las cosas, sospecho que habrá más cenas hogareñas que en extramuros,  así que, para ellas, para contruibuir a su éxito, estas dos opciones propuestas serían, como lo son para mí, una buena elección.  

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